Había un incendio en un gran bosque de bambú. El incendio formaba llamaradas impresionantes, de una altura extraordinaria. Una pequeña ave, muy menuda, fue al río, mojó sus alas, regresó sobre el gran incendio y las empezó a agitar para apagarlo. Una y otra vez iba al río y volvía a las llamas dejando caer las gotitas. Los dioses que la observaban hacía rato, la mandaron a llamar y le dijeron: —Oye, ¿por qué estás haciendo esto? ¿Cómo es posible? ¿Cómo crees que con estas gotitas de agua puedes tú apagar un incendio de tales proporciones? Date cuenta: no lo vas a lograr. Y el ave, humildemente, contestó: —El bosque me ha dado tanto, lo amo tanto. Yo nací en él, este bosque me ha enseñado todo, me ha dado mi ser. Es mi origen, mi hogar y voy a continuar lanzando gotitas de amor con mis alas hasta que ya no pueda más. Los dioses entendieron que el ave hacía el máximo de esfuerzo para salvar su bosque amado. Entonces, conmovidos, le ayudaron a apagar el incendio. El bosque se salvó porque el ave no se rindió.
Soler J. Conangla M.

Martin la Spina de “Pinzellades al món”